martes, 22 de abril de 2008

En dónde...

El juicio final, atribuido a El Bosco, s. XVI

Dónde quedará ese lugar tan cierto y tan perdido... ese a donde se mudan las ganas de los seres cuando son desalojadas del cuerpo inerte. ¿Cuál es el camino que toman la pasión, los abrazos y los besos?, ¿en dónde se esconden?, ¿se quedan suspendidos en el aire esperando adherirse a la boca de un extraño que se abre?, ¿hay un Limbo para los besos?, ¿un Purgatorio?, ¿un Cielo o Infierno que los contiene? ¿A dónde van las ganas tras la muerte?, ¿o las ganas se van por anticipado y por ello perecemos?, ¿morimos de abandono?


La muerte no es más que la vida eterna, o mejor dicho: la muerte es eterna, omnipresente en la vida. Se nace y se muere con cada nuevo ciclo, al cumplir un año más. Al exhalar se muere, al inhalar se nace: vida y muerte siempre juntas, siempre manifiestas.

Las personas mueren al tener que romperse para poder continuar, para reordenar lo que son, para corregir el camino. Nacen cada vez que se enamoran y mueren con el último beso, con cada nueva despedida: el adiós mata... no para siempre, el aliento se recupera cuando se encuentran dos pares de ojos y logran unir las manos.

La despedida es eterna, nos despedimos de cuerpos muertos, quizá reducidos a cenizas, nos despedimos de cuerpos vivos que en nosotros se quedan muertos, guardados en una imagen que con el tiempo también muere, que con el tiempo deja de significar. Si en algún momento nos reencontramos con esos cuerpos, actuamos como si nos topáramos con fantasmas, porque esos, a quienes lloramos y guardamos luto, siguen vivos fuera de nosotros; a pesar de nosotros... eso horroriza.

Nos despedimos de sueños que al morir se convierten en agonizantes pesadillas, nos despedimos de búsquedas en las que no hay nada por encontrar más que cementerios, decimos adiós a las ilusiones irrealizables y, conforme crecemos, aprendemos a enterrar la esperanza, aún peor, muchos sueños se pierden en el camino, enfermos y moribundos mejor se olvidan. Los caminos están llenos de esqueletos de sueños muertos.

Cada renacimiento implica haber triturado y digerido la pequeña muerte sufrida y, al final, cuando el cuerpo permanece verdaderamente inerte, aquel que por fin logró irse, tuvo que nacer y morir incansablemente a lo largo de una vida. Tal vez por eso se dice que la muerte del cuerpo es el descanso eterno, porque después de esa muerte ya no hay más renacimiento, ¿o si?
La sola posibilidad es una pesadilla. La sola posibilidad es un grito mudo.

jueves, 10 de abril de 2008

Los agobios de los otros...

La vida: hermosa y complicada. Nada nuevo, todos lo sabemos desde que cobramos conciencia, bueno, en caso de que suceda. Quizá todo sería más sencillo si la conciencia no llegara... ya no sé ni qué escribo. La confusión es tal vez producto del calor, o de la proximidad de los 35, que a mi no me preocupan tanto pero, de pronto es tal el agobio de los otros que comienzo a creer que vivo una especie de evasión, un no darme cuenta de que en realidad estoy muy muy mal.

En estas semanas han sucedido varias cosas, mis amigos se preocupan porque no tengo novio, me quieren convencer de que la vida es mejor en compañía y de eso estoy convencida, sólo que no es como ir a la tienda y comprar algo que necesitas o te ajusta, no no no... eso de coincidir, atraerse, interesarse, enamorarse y decidir permanecer (sólo por hoy) no es tan sencillo y no depende de una voluntad, de mi voluntad, ¡claro que quiero enamorarme! Amar es el mejor estado que puedo experimentar, si no soy de piedra.

El otro agobio es eso de los hijos, les preocupa no verme embarazada... de hecho ayer tuve una charla cibernética al respecto, creí que no me había impactado hasta que en la noche desperté a medio sueño, en él estaba embarazada y me encontraba en el dilema de decirle o no al padre... no puedo con el rechazo así que la cuestión era para preocuparse; de pronto desperté sobresaltada, una pregunta me hizo abrir los ojos y podría jurar que estaba sudando: "Ah chingá, ¿cómo puedo estar embarazada?... ¿y de quién?", buscaba un nombre y no encontré nada, entonces comprendí que sólo soñaba.

Me volví a dormir y, como pesadilla recurrente, el sueño regresó justo donde se había quedado, lo maravilloso fue descubrir los avances científicos y tecnológicos del mundo onírico pues aunque el ultrasonido mostraba que el bebé en cuestión era tan pequeño como una cabeza de cerillo, si el archivo se leía en la computadora, la pantalla mostraba cada detalle de un pequeño ser humano completito.

Hoy, en el ir y venir de un día de trabajo, no he podido dejar de pensar hasta qué punto me apropio los agobios de los otros... al grado que terminan por agobiarme, quisiera decirles a quienes se agobian por mi que no se preocupen, que mi vida no es tan horrible como parece, de hecho me las arreglo para disfrutarla y hasta creer que soy feliz, que si hubiera un hombre o un bebé para mi, o ambos, sería maravilloso, y si no, también. La vida pasa pronto y a veces por tanto anhelar se nos olvida disfrutar nuestra circunstancia. No nos agobiemos.

sábado, 5 de abril de 2008

Hay días...

...en los que me siento así. Hoy es uno de esos.

Después de todo...

...no somos tan diferentes.

A veces...

Hay días como hoy en los que me siento perdida, en los que me pregunto sobre el sentido de las cosas y aunque intento encontrar su paradero, definir una coordenada, no lo logro... no sé utilizar una brújula y eso empeora la situación, ¿o la sensación?

Hay días como hoy en los que recuerdo que estoy llena de ausencias, ausencias vueltas hueco... ¿por qué será que uno pierde algo con cada segundo que transcurre? Desde una célula hasta un sueño. Los días como hoy me recuerdan mis huequitos, todo eso que ya no está, que no es, y que por más que haga jamás voy a recuperar, entonces sobreviene la nostalgia.

Hay días como hoy en los que recuerdo que existen días diferentes.