sábado, 12 de julio de 2008

No dejo

Hoy me estuve recordando, pensé en aquella Esther de hace cinco o diez años atrás, me vi como en una película que sólo corría por mi mente, como si en algún momento realmente hubiera sido espectadora de mi propia historia. Pensé tanto en mi, en esa otra mi que comencé a extrañarla... extrañarme.

Me recuerdo y sobreviene la nostalgia. La vida, mejor dicho: vivir, me ha quitado un poco de lo que era, las pupilas ya no se dilatan con facilidad, he perdido intensidad y fe, no fe en Dios que ya me parece un ítem más complicado, fe en lo cotidiano, en aquellas cosas que crecí dando por hecho... por muchos años creí que ciertos elementos de mi futuro más que posibilidades eran certezas; hoy ya ni siquiera los pienso ni como una ni como otra cosa.

Encuentro que me cuesta trabajo pensar en el amor y cuando lo hago sólo me lleno de preguntas: ¿podré volver a enamorarme?, ¿seré capaz de convivir con otro ser?, ¿soportaría la vulnerabilidad en que históricamente me ha puesto ese estado? y, lo más importante, ¿sobreviviría a una rotura de corazón?

Pienso en mi y en la que era y me extraño, entonces me preguntaba menos y me atrevía más.