domingo, 16 de septiembre de 2007

Los ojos que se encuentran

Entre las pocas certezas con que cuento, sé que nací porque dos pares de ojos se encontraron. Después vino el resto. También sé que mi origen fue como el de aquellas ideas que de pronto se clavan en la mente a modo de finísimas astillas, esas que sabes que allí están porque las sientes pero que, difícilmente, logras encontrar, esas que empiezan como susurro y, con el tiempo, se vuelven grito.
Como idea fui creciendo poco a poco, alimentada por el tipo de cosas que gustan comer las glotonas... fui tomando forma y, sin darme cuenta, sin sospechar mi metamorfosis me volví pensamiento: primero espontáneo, luego recurrente y, por último, obsesivo; eso sí, ni positivo, ni negativo. La mente no pudo contenerme más y, tras varias contracciones, alumbró.
Fuera de ella me encontraba desprotegida, vulnerable... sí, aunque era un gran pensamiento, también fui inconsistente y frágil. Entonces tuve que fortalecerme, llenarme de huesos, sangre, pelo y carne. Así sucedió hasta que, sin darme cuenta, me volví persona... mujer sin propósito.
Ni siquiera lo supe sino hasta el día en que en una hoja en blanco empecé a unir palabras en párrafos; desde entonces me aferro a mis orígenes que no son sino la sustancia de la mente, y hoy, soy una persona que recuerda que primero fue idea y luego pensamiento gracias al encuentro de dos pares de ojos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

wow!
está lindo...
"gracias al encuentro de dos pares de ojos..."
=O