jueves, 20 de septiembre de 2007

Todo se reduce a una mirada

Y, al mismo tiempo todo termina (¿o empieza?) en los ojos... dice Altazor: "Cadenas de miradas nos atan a la tierra"… y es a través de los ojos de otros que adquirimos vida, sin su percepción no existiríamos, seríamos acaso fantasmas deambulando por calles sin dirección, topándonos con rostros que permanecen inmutables ante nuestra presencia, que nos traspasan con la vista como lo hacen con los cristales.
Es a través de los ojos de otros y de la aceptación de nuestra existencia que somos: somos cuando nos miran y nos ven de carne, cuando pronuncian nuestro nombre... es cuando formamos parte de algún recuerdo que se vuelve cierta nuestra historia, que podemos escribirla.
De hecho, cuando las personas dejan de existir, cuando ya no hay aliento, cuando se descomponen y se vuelven tierra o cenizas, están. Se quedan como imágenes, archivadas en muchas mentes, en cintas o álbumes de fotos; ese alguien que en un tiempo fue tridimensional y que por dentro sólo era contradicción —múltiples rostros en uno—, desempeñando diversos papeles y significándose de acuerdo con las miradas que en algún momento se centraron en él.
Tal vez los seres mueren cuando todas las miradas que sirven como anclas a la Tierra por alguna razón se distraen y cambian el foco de atención... quizá el secreto de la vida eterna no está en una fuente cuyo paradero es desconocido, sino en que, por lo menos, un par de ojos no te pierdan de vista.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te estoy viendo! un beso y un abrazo ratita, me gustan mucho tus escritos y no cabe duda tu papá te escupió! es igualito a ti!...
Rodrigo