martes, 19 de febrero de 2008

Dos en el exilio

Él
Está sentado sobre la arena que se amolda a los huesos, el viento sopla fuerte y a su paso sólo deja un silbido. Un grano diminuto se le clava en el ojo y le recuerda que existe. Se duele, una lágrima corre, respira y está vivo.
Ella
Mira la tranquilidad del mar y piensa: “Quizá eso es ser imperturbable”, la marea no tiene prisa, respira y los pulmones se hinchan de un aire tan limpio como el cielo que está vacío de nubes, respira sin saber que existe, sin reconocer el vacío.

Él
Escribe un mensaje en la piel de una botella de plástico y la lanza al mar, la mira alejarse hasta perderse: espera, espera...
Ella
Descubre un destello en el agua, uno diferente a los provocados por los efectos del sol sobre los cristales de sal... observa con cuidado, una botella de plástico se asoma por completo y brilla como si fuera hecha de otra cosa, pero ella la descubre y le da la espalda, mientras camina piensa: “Las botellas no se tiran al mar”.

Él
Nada sucede, así que una mañana decide seguir el camino de la botella... aunque no lo sabe de cierto, aunque no es capaz de trazarlo, lo intuye. Se hace a la mar en una barca intentando alcanzar una tierra distante, busca algo y no piensa detenerse hasta encontrarlo. El timón en las barcas no existe, el timón es una imagen.
Ella
Lo planea mucho, días y noches sueña con una escapada larga que la deje sin aliento, lo único que busca es pasar de lo que se ha vuelto su vida. Vuela lejos, lo más lejos que su imaginación le permite llegar en el mapa y, cuando alcanza la coordenada, comienza a extrañar el otro lado del mundo.

Él
El viaje comienza desde que cierra la puerta de casa, ese primer movimiento abre todas las posibilidades.
Ella
Siente que el viaje inicia en cada destino, el camino le parece una cápsula aislada, como el intermedio necesario entre primer y segundo acto.

Él
Se entretiene observando a las parejas enamoradas, cree en el amor, esa idea llena de sentido el movimiento mecánico de los pulmones que al expandirse y contraerse le dan la vida. Las manos entrelazadas de los otros se convierten, a sus ojos, en certeza de futuro.
Ella
No puede evitar enfadarse al ver las bocas unirse, desvía la mirada pero, con otros ojos, ve los dedos de diferentes manos atraparse como si así lograran no perderse. Perdidos están, por eso ella no espera encuentros.

Él
Cada cosa nueva que ve lo sorprende, aún puede emocionarse como cuando hace mucho, mucho tiempo, comenzaba a descubrir el mundo. Él anda las calles nuevas mirando los rostros, desea encontrar una chispa, el indicio que le diga: “Aquí está aquello que tanto buscas”.
Ella
Ciudad tras ciudad y nada la conmueve, y nada la emociona. Anda los nuevos caminos y tiene la sensación de que nada le es ajeno, quizá la falta de sorpresa es sólo consecuencia de que sintió la novedad antes de vivirla. Ella siempre se anticipa.

Él
Vive cada cosa como parte del viaje: cada persona, lengua, lugar. Sentarse a fumar o pasar las horas en el asiento de un tren son piezas que conforman un todo, eslabones que lo llevarán a alcanzar su fin.
Ella
Percibe lo que sucede como la suma de momentos fragmentados, inconexos... cuando llega a un punto, ya necesita partir al otro.

Él
Aunque es vencido con facilidad intenta luchar por no quedarse dormido, quiere tiempo para pensar, para ver correr en la mente los anhelos, para darles forma, para creerlos ciertos, pero sólo basta con que ponga la cabeza en la almohada para que empiece a soñar...
Ella
No logra dormirse, piensa que es el café por haber crecido en otra tierra, piensa también que es el cambio de horario... piensa mucho pero ya no sueña, es quizá por eso que ese mundo, el onírico, se rehúsa a tocarla.

Él
Viaja sin libros y con una maleta vacía.
Ella
Anda de destino en destino con una maleta llena de cosas, le duelen los brazos por cargar, le pesan los libros que, sin embargo, la acompañan, necesita que las letras de alguien le muestren mundos distintos, no alcanza a ver que el viaje la ha llevado a un mundo paralelo, parecido a los de los libros.

Él
Despierta ansioso por salir a la calle y optar por un camino, piensa que tendrá suerte, que cada día está más cerca el final de la búsqueda. Mientras ese futuro se hace presente concibe cada momento como parte del encuentro.
Ella
Despierta feliz porque resta los días, cada vez está más cerca el otro lado del mundo donde el agua sabe a agua y ella se siente segura.

Él
Cada día se siente más parte de todo, más ingrediente del caldo primigenio de la vida. Los ojos le quieren estallar por el asombro, sufre terremotos internos.
Ella
Se asusta por su indiferencia y comienza a sospechar, deseando equivocarse, que eso es su dolor primigenio disfrazado de otra cosa.

Él
Está fascinado: los ojos, las piedras, los acentos, las formas... Entra en los sitios atiborrados, se une a la coreografía de los cuerpos y, de inmediato, hace contacto. La búsqueda lo mantiene en permanente éxtasis.
Ella
Evita todo lo humano, no soporta que la toquen... se saturó muy pronto. Busca lugares solos donde no pueda ser tocada ni siquiera por un par de ojos.

Él
Está tan absorto en lo nuevo que casi se olvida de que tiene una vida en otra parte, no se da cuenta de que habita una realidad paralela y, si lo ha hecho, no le importa, sólo respira y sonríe.
Ella
Está aburrida, siente como si hubiera apretado un botón que la puso en pausa, que la expulsó de la vida. Desea encontrar el modo de revertir el proceso, de regresar a ser.

Él
Algo le crece adentro, sabe que, después de mucho, le ha llegado el tiempo de darse entero.
Ella
Como siempre se anticipa lo ha dado todo aún antes de encontrar a quien, por eso nada crece en su interior, o sí, el vacío.

Él
Busca en las paradas, las salas de espera, las calles frías, los trenes y, aunque el desaliento le llega de a poco, la esperanza es más fuerte.
Ella
Sólo atina a ver para adentro, ya ni siquiera evade los ojos de otros... no los percibe. Cruzó los brazos y se cerró entera.

Él
Sonríe a pesar de todo.
Ella
Intenta llorar pero ni eso puede.

Él
Aunque no ha encontrado sino pequeños hallazgos, cree que todo: cuerpos, piedras, edificios, voces, silencio... es verdad.
Ella
Ha llegado a no saberse cierta, ¿será que en realidad es ella al otro lado del mundo?, o esa idea es sólo un soporte que refuerza la “gran mentira”.

Él
La reconoce en cuanto la mira y siente como cuando se encuentra la ecuación que resuelve el problema: la redondez de los ojos, el cabello enroscado, los centímetros exactos. La mira y la sabe, está hechizado y alaba su suerte.
Ella
Lo mira acercarse horrorizada, piensa que es otro encantador de serpientes, no quiere mirarlo y volverse piedra, no puede paralizarse.

Él
No piensa dejarla ir, corre, la llama, intenta explicarle...
Ella
No piensa dejarse atrapar, pide auxilio con gritos inaudibles, corre, no escucha.

Él
Nunca desistió.
Ella
Escapa aún cuando está entre sus brazos.

1 comentario:

Lahetaira dijo...

Y quizás alguna vez fueron Ellos, no Ella y Él. O quizás no. Hay tantos amores que se quedan en la imaginación a causa del destiempo.

Me conmovió. Muchas gracias por escribirlo.