jueves, 21 de febrero de 2008

Sueños ponchados

De haberse llamado Edson o Diego quizá le hubiera sido más fácil creer que estaba destinado, pero no, y aún así el deseo de Emilio era tan intenso que dios se lo tendría que haber concedido; si no por el mérito, sí por la persistencia de la intención. El suyo no era un sueño fugaz: era recurrente. Lo asaltaba en las mañanas y en las noches, era un presente continuo.

Quería ser futbolista, pero no uno cualquiera: anhelaba convertirse en estrella, consolidarse como un crack, por supuesto, gracias a la magia de su toque y a sus incontables habilidades y convertirse en el mejor 10 de su generación, lo que por lógica lo llevaría a ser codiciado por los mejores equipos de Europa o Sudamérica y, ¿por qué no?, a la pantalla chica y los espectaculares que abundan en el paisaje urbano: hacer comerciales de detergentes, desodorantes, pomadas para los pies o ropa deportiva y hasta tener un club de fans.

Quería creer cierta la frase: “ten cuidado con lo que deseas porque se puede hacer realidad”, aún más, necesitaba que se volviera una sentencia para su vida; pero sabía que sólo un verdadero milagro podría producir la materialización de su anhelo. ¿Por qué? Había una larguísima lista de razones pero bastará con mencionar algunas.

Para empezar tendría que convertirse en otro él, uno diferente, muy distinto… así tal cual no tenía posibilidades pues era todo lo contrario a un deportista y, por tanto, a un futbolista profesional. Su estructura no se caracterizaba precisamente por sus cualidades físicas o atléticas, de hecho era pequeño y por demás redondo; aunque a pesar de ello podía correr rápidamente y volar grandes distancias, eso sí, con una ayudadita.

Pero bueno, no tenía posibilidades de tomar un balón con los pies, amagarlo, pisarlo, marcar el ritmo, el tiempo y la dirección del juego, a él más bien le correspondía seguir dicha dirección, ni modo. Así que ni hablar de hacer jugadas de estrella: fintas, túneles, caracoleos, goles de oro o de media cancha.

Esa era su naturaleza y su naturaleza volvía al sueño inaccesible, aún así no podía evitar desear ser, tan sólo por noventa minutos, el personaje más odiado y amado de la cancha, de los veintidós en pugna, teniendo como marco un estadio a reventar donde, al unísono, cientos de miles de voces gritaran su nombre. El sólo hecho de imaginar esa situación lo invadía de algo muy parecido a la emoción, hasta que volvía a la realidad y entonces algo parecido a la tristeza lo llenaba más que el aire de su interior.

A veces en la vida el momento llega y a Emilio le llegó; aunque no era la realización literal de su sueño, participaría en uno de los partidos más importantes de la liga de su país. La noticia le llegó unas pocas horas antes; se sentía muy nervioso y temía equivocarse, hacer un mal papel. Aún así se armó de valor y salió a la cancha; era el minuto 35 del segundo tiempo y ya estaba algo mareado de tanto girar y correr; entonces sucedió la magia, el 10 del equipo local recibió pase del guardameta; el jugador parecía dirigir al balón en la carrera como si hubiera una fuerza magnética o una conexión especial entre sus pies y el esférico, así el delantero esquivó a varios jugadores que salieron al encuentro, burlados uno a uno, entre impresionados (de ese poder entre hombre y balón) y molestos, tomaron impulso y corrieron tras el delantero que ya no paró hasta tirar al arco, la fuerza de la patada fue tal que Emilio se quedó sin aire, de plano ponchado y eso que no estaba en un partido de béisbol.

Entonces más de la mitad del estadio al unísono gritó GOOOOOOOOOOOOL, Emilio, ya muy vacío, desde el fondo de la portería podía mirar a la gente eufórica o molesta y sintió por fin lo que tanto había anhelado, aunque claro, el nombre que gritaban no era el suyo sino el del 10 que superó a los once contrarios; al final eso no le importaba, sabía que para ser un balón había llegado muy lejos tan sólo por haberse permitido soñar, el aire finalmente le volvería al cuerpo claro está, después de ser parchado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Soñar no cuesta nada..." dicen por ahí, y creo que es verdad. Además, habrá quienes vivan de sus sueño, otros que en sueños vivan y muchos más que vivan en lugar de soñar. Yo prefiero ser como los primeros y me parece, Estercita, que usted también. Es una mujer llena de ideas y sueños, además de ser una escritora dedicada. La felicito!!!
Sidney